Renacimiento: segunda parte


Como hemos visto, la semilla del ballet se planta en el Renacimiento italiano. Es en Italia donde Catalina de Medici, gran admiradora de este arte, le da un impulso inusitado. Cuando Catalina de Medici se marcha a Francia para contraer matrimonio con Enrique, el duque de Orleans, lleva toda la técnica de baile ya desarrollada en Italia, y da lugar al ballet comique, considerado como el verdadero germen del ballet.



A principios del siglo XVI, las danzas cortesanas antes mencionadas se denominaban balletti. Esto significaba simplemente una danza figurada, una composición en la que los integrantes dibujaban con sus movimientos distintos patrones geométricos en el suelo. A pesar de que cada baile tenía un tema, estaba relacionado con los demás solamente por su contenido mitológico. No era la intención darles mayor cohesión que aquella.


Los balletti eran danzas sociales escenificadas, o semi-escenificadas. Es difícil discernir el momento en que la danza cruzó el umbral de la celebración social para convertirse en un arte escénico. Los coreógrafos profesionales, que comenzaron a escribir los primeros manuales, tenían la misión de crear combinaciones que no fueran complejas, que pudieran ser ejecutadas con gracia a pesar de los incómodos trajes de la época y de la falta de preparación que tenían los miembros de la corte, que no eran bailarines profesionales. Por otra parte, el espacio utilizado para estas celebraciones no era un teatro con un escenario elevado, sino el centro de un salón rectangular del que el público ocupaba tres lados, observando el espectáculo desde las gradas. Los bailarines estaban entonces casi rodeados por un público que los miraba desde arriba. La solución inteligente fue que la belleza de las danzas no radicara en la dificultad de los pasos, que no iban a poder ser ni ejecutados ni admirados correctamente, sino en las formas dibujadas por las hileras de bailarines en el suelo. Se formaban así maravillosas figuras geométricas. Los pasos debían ser ejecutados con gracia, e incluían combinaciones hacia delante y atrás, flexiones de piernas con suaves movimientos de cabeza, suaves giros y delicados saltos.


Las danzas más importantes de la época eran las danzas bajas, así denominadas porque los pies casi no se separaban del suelo. Otras danzas comunmente ejecutadas eran las gallardas, las pavanas, los branles, los tordiones y las danzas bufonas.


En esta época comienzan a aparecer manuales más precisos sobre la técnica de la danza. Entre ellos, están los de Fabritio Caroso (c. 1530 - 1605) y Cesare Negri (c. 1535 - c. 1605).


Sin embargo, el manual que detalla con mayor precisión las danzas de la época es Orchesographie, escrito por Jehan Tabourot bajo el pseudónimo de Thoinot Arbeau. El tratado está planteado como una conversación entre Arbeau y su alumno Capriol. En el segundo capítulo, "Consideraciones sobre la danza", define su significado ("danza proviene de danzar, que en latín se dice saltare..."), y dice sobre las danzas antiguas: "[...] no sabría qué decir, ya que la injuria del tiempo o la pereza de los hombres o la dificultad para describirlas nos ha impedido su conocimiento". Entonces el alumno Capriol le pide encarecidamente al maestro que no permita que lo mismo suceda con las danzas de la época, y comienza así una conversación guiada por capítulos bien estructurados, en los cuales Arbeau describe las danzas más prominentes de su época.

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